sábado, 20 de julio de 2013

Zombie del amor

Cuando sentimos miedo, no es real. Es algo que creamos nosotros mismos. 
Lo hacemos salir cuando percibimos peligro. El peligro si es real, porque puede sucederte algo. Pero si controlas el miedo, podrás combatir ese peligro.

Miedo a perderte o que me pierdas, controlar ese miedo inexistente.
Si vas a perder algo, es porque lo tienes, entonces ¿por qué anticipar algo que no existe todavía? Sino controlas ese miedo harás que todo se vaya al garete.

Hay muertes de cosas anunciadas, en silencio y a voces. Muertes en ambos casos que se ven venir. ¿Se puede sobrevivir a esas muertes? Saltarse su plan de despido, de desahucio.
La muerte del amor es un secreto a voces. Muere una etapa y pasamos a otra. Sólo los implicados sabrán sí están dispuestos a vivir juntos dichas etapas.
Amores ciegos o arrolladores forman parte de la primera: la mejor.
Amores que te dejan sin aliento y consumidos, esos que lo entregas todo.
Pero tal vez esa otra persona con quien llevas a cabo esa etapa, no está dispuesta a pasar de la primera.
Y esa es la peor ruptura.
Esa a la que te has rendido a la entrega absoluta, 
Donde lo has dado todo ya, donde ya no hay herramientas que reparen nada.

Sobrevivir a una ruptura así, te condena a un dolor lacerante, casi comparable a sobrevivir a un hijo, un suicidio de tu realidad.

Hasta qué te recuperas, vas aprendiendo a sobrevivir. Y será tu punto de referencia frente a otros amores que te lleguen después.
Como un baremo del amor. Inevitable comparar.

"Nunca querré a nadie como te quiero a ti" diremos aveces. 
Pero eso no es real, ¿cómo sabes que va a ser así?
Tal vez llegue alguien que suba ese baremo, que rompa el molde.
Y la frase: Nunca querré a nadie como te quiero a ti, se irá a tomar por culo.

Muchas veces el amor tiene etiquetas de anís del mono, frases enmascaradas...
"Yo solo sé que te quiero" y te quedas tan ancho, como si fuera la frase que pone fin a una conversación, como si fuera de sabido popular, sin ambición ninguna.
Cuidado porque dejas la barra libre de ti, a la otra persona.
Y es cuando sin el misterio que regala la duda, todo se transforma con total seguridad a un amor condenado justo desde ese momento que muestras todas tus cartas.
No vale guardarse ninguna carta. 
Sólo hay que saber jugar con la baraja entera.

Pero yo, quiero ese suicidio,
 esas etapas, 
ese "progresa adecuadamente", 
y ese sobrevivir. 

1 comentario: