martes, 28 de abril de 2015

502

Era invierno, de esos de mucho frío.
Pero no sé si temblaba por eso o por ti.
Más que por ti, por nosotros.
Porque juntos, éramos miedo.

Recuerdo que llovía.
Frío, lluvia, invierno, ¿qué más podía pasar?
A pesar de eso, tú lo eclipsabas todo.

Agarrada a tu mano,
el verano me recorría  como una descarga eléctrica.
Era tal la energía que desprendíamos,
que las farolas fundidas de la calle,
se encendían a nuestro paso.

Nuestra respiración acelerada,
empañó los cristales de aquel local.
Y tu beso en las mejillas, la frenó en seco.

Tenía acumulados tantos besos en la boca,
tantas palabras en el corazón,
tantas olas en mi orilla.

No recuerdo la música que hacía  bailar
tus dedos en mi pelo,
pero recuerdo a la perfección tu perfume.
De echo hoy eres muchos hombres caminando por la calle.

Tus manos permanecían quietas,
pero tus ojos no paraban de desvestirme.
A punto estuviste de abrirme la blusa de un pestañeo.

En nuestras cabezas sabíamos del huracán
que nos esperaba detrás de la puerta de la 502.

Fuera seguía lloviendo
y se unieron algunos truenos.
Las aceras se inventaron para acoger
el ruido de los tacones.
Me sentía tan segura a tu lado,
que no sé qué era lo que más ruido hacía.

Sin embargo,
y a pesar de todo ese mal tiempo fuera,
no supimos de la lluvia
hasta que nuestras bocas
coincidieron en la 502.

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