jueves, 29 de diciembre de 2016

Resucitar cansa


Cuanto más te pienso menos existo.
En tu jaula podía hacer vuelo raso desde lo alto y ancho de tu espalda.
Los barrotes llevaban entre ellos tanta distancia que podría pasar por el hueco.
Como esas correas extensibles de mascotas, una libertad de broma.
No lo aprecié pero estaban ahí.
Hemos pretendido ser como esas personas que perdonan pero no olvidan.
El problema es que si se perdona, deberíamos olvidarlo.
Pero si no lo olvidas es porque no lo estás perdonando y entonces la memoria nos puede hacer mucho daño.
No se deben aceptar disculpas con los ojos inundados, y menos cuando te piden perdón con los ojos secos.
Tú que te pasaste media vida pidiendo hechos, fueron sepultados de golpe por todas esas palabras que un día ya se las podría haber llevado el viento.
Mis oídos no podían creer lo que escuchaban y tú boca ya podría haber sido más prudente.
Y aún así resucité, otra vez, y resucitar cansa. 
No es cosa de brujas.
De brujas es tener todos los poemas ardiendo metidos en una caja de madera y que no haya ni una puta ceniza al abrirla.

Todo amor merece poesía. 
Pero no todo amor merece cenizas.

Y ahora toda la poesía es tuya. Quémala. 

jueves, 22 de diciembre de 2016

El peso de la felicidad

La felicidad dicen que se mide por las veces que sonríes. 
No creo que eso sea cierto porque enseñar los dientes no es solo sonreír. 
Ni estar feliz implica ir sonriendo por ahí.
La felicidad se palpa en las personas, se muerde en el ambiente, se contagia, se envidia.
Todo tu cuerpo habla sin hablar.
Si te pasa algo por mi culpa que sea sonreír, 
y hacía tiempo que no conseguía hacer que sonrieras.
Pensé que yo solo era del aire y del océano hasta que te conocí, hasta que me rescataste de mi 'no yo' y me zambullí hacia el fondo de tus ojos verdes.
Me dio igual tragar agua y llevarme los pulmones encharcados.
Por eso siempre me ha faltado el aire a tu lado.
¿Sabes cuánto pesa la felicidad que no consigues hacer llegar?
Pues es como si te pasara por encima una estampida de búfalos.
Pues así me siento y no te culpo.
Siento haber fracasado y no sólo por ti.
Sino por mi.
Por volver a creer o por volver a creer demasiado.
Enamorarte te da la posibilidad de creer que puedes con todo.
Hasta de lo que se te escapa de las manos y del raciocinio.
Pero si fracasas, lo que crees es que no has sido capaz y sientes la pérdida ya no sólo de la otra persona sino de una parte de ti mismo.
Y yo lo siento, no he sido capaz.

martes, 20 de diciembre de 2016

Háblame de él

No me gustan los hombres que hacen que se te caigan las bragas.
Me gustan los que las bajan ellos mismos.
Como él.
Y en este caso no es solo literal.
No es que él lo fuera todo. Él era único en ciertas cosas. Único joder. Único.
Para lo bueno y también para lo malo.
Y por lo último supongo que estoy aquí manchando de letras este papel.
Para lo bueno estuve ausente del universo, ausente de cuidar de mi perro, en busca y captura de mi árbol genealógico y fui pulgarcito buscando migas de pan a cada sitio que iba. 
Porque tenía que volver.
Primero fui embajadora del hueco que hay entre sus brazos, luego me convertí en expropiadora de su pecho.
Fue todo mío. Mío joder. 
Y de últimas me lanzaba entre sus brazos como el experto que lo hace con doble triple mortal.
Controlé al principio. Luego era deporte de riesgo. Caer entre sus brazos me hacía inmortal. Luego era una muerta viviente.
Descubrí que no sólo se llora de risa. Oceánica fui a la inversa, primero fui de coño para fuera. Luego fui de ojos mejilla abajo.
Lo que más me jode es que él soltaba a cuentagotas los te quiero. Y eso llena más el vaso. Es el primero que me emborracha con una sola copa. 
Hoy se me cayó el vaso. Y otras cosas menos las bragas.
Y aún así, siento que con lo bonito que fue, con lo intenso, es como hacerle un homenaje a lo que fuimos uno para el otro y a recapacitar por lo que no fuimos estando juntos.
Los puntos finales existen y nosotros tenemos que vomitar las perdices para ser felices, pero cada uno por su lado.

Y que aunque las aves carroñeras vengan ahora a devorar tu cuerpo, que se den cuenta de que tu puto corazón lo tengo yo.
Que coman, que piquen por fuera, malditas. 
Que mío fuiste poco. Pero fuiste todo.
O eso quiero, sentir, creer, morir....

martes, 13 de diciembre de 2016

La nada del todo

Somos fuego esparcido 
en purpurina de polvo suspendido.
Quieto e inquieto a la vez.
Sóplame suave y mece mi flequillo,
ciérrame los ojos con tu aliento.
Pestañea y deja caer 
tu verde mirada sobre mi.
Mírame como nunca
Bésame como siempre.
Mírame como siempre
Bésame como nunca.
Espolvoréame la risa y el coño,
todo a la vez.
Sonríele a mi ombligo,
quítame todos los interrogantes
escondidos en mis axilas.
Y así los abrazos serán 
toda la verdad junta.

El vértigo del adiós

Al amor hay que llegar con las heridas cicatrizadas de casa.
En pareja las heridas se lamen, no se abren.
Yo me he visto con las heridas ya curadas, como tú a veces escarbabas en ellas hasta hacerlas sangrar.
No busques en ellas la seguridad que te falta para creerte si te quiero.
Pero ¿cómo se puede querer a quien te las abre, a la vez que luego te las cura?
El amor es lo-cura.
Ven hablar al lado del mar porque la discusión al lado del mar es menos discusión.
Porque el único grito que soporto es el que emiten los cuerpos.
Y el único silencio que me duele es el de tu corazón.
Quisiera darte ese abrazo que derribe la duda como ciudades caben dentro.
Pero a veces creo que cuanto más verano queremos ser, más invierno nos volvemos.

A libro descubierto

Mi inspiración eres tú y todo lo tuyo. Cierro mi cabeza, la puerta de la calle, sin tele, sin nadie pero conmigo, pregunto a la naturaleza y la respuesta eres tú. 
En esa libreta caben lágrimas, ceniza, 2.000 caricias, esa libreta tiene papel impermeable que absorbe las inclemencias de mi tiempo sin ti. 
Sin embargo es fuego entre mis manos, porque a veces me quema escribirte más que besarte. Y besarte es un paso más al infierno no sin pasar antes por el cielo de tu boca.
Porque mirarte cuando me miras como me miras, es ser luz en tu rostro. Y no quiero perderme más esas formas tuyas que me dan más firmas de mi.
No hagamos jaula sino nido. 
Porque sino seré otra estando contigo en lugar de ser yo cuando estoy sin ti.
No seamos dos que se vuelven uno.
Quiero que seamos matemáticas exactas. Ciencias puras cuando te evaporo y te echo de menos, ser de letras y que las letras me hagan a mi y que cada frase hable de ti. 
Dicen que las palabras se las lleva el viento y lo que cuentan son los hechos, pero ¿y si quedan escritas?
Pues que nadie se lleve nuestro libro.

Los niños duermen

El caos de nosotros mismos
reina en el silencio de la noche adentro,
muy adentro.
Como esa fiera encerrada que quiere salir.
Pero ya no son horas,
los niños duermen.
Acecha la rutina y lleva capucha con la cara que no se deja ver.
Pero somos tú y yo,
somos nosotros.
Y cuando queremos darnos cuenta
ya estamos buscándonos el cuello.
No tires nada, no hagas ruido,
los niños duermen.
Y si lo rompes, que no se note.

¿Cómo hacer que un elefante atraviese el salón en calma?
¿ o que una pantera y un tigre dejen las sabanas intactas de uñas?
¿cómo conseguir abrir las alas al completo
y llegar a lo alto sin alborotar las hojas de los libros?
¿Cómo conseguir ser tormenta y calma a la vez?
¿Cómo hacer sin hacer?
¿cómo morder sin lamer primero?
¿Dónde están las plumas y las alas,
y el cielo y el aire libre,
si siento todo en la cara 
al estar aquí tumbada en tu cama?

Amor de altura

Temperatura exterior -57 grados, dicen.
Fuera de la cabina es hielo y desamor.
Porque a -57 grados no puede quererse nadie.
Sin embargo hemos construido una nave
que nos deja ser fuego dentro.
Atravesar nubes a más de mil pies de altura.
Pues es como nuestra cama. 
Metemos cuatro pies bajo el edredón,
pero se transforman en mil.
Mete la luna para dentro
que es lo único que nos cabe aquí ahora.

Y sobrevolando África me pregunto, 
¿cómo puede ser que cuanto a más altura vuela este hierro de hielo, más frío hace,
si tú a mí me pones a arder con lo alto que me haces volar?

Saltamontes

Presa de unos ojos que se tiñen del verde de mil saltamontes.
Y me da miedo mirar de la duda tan grande que en ellos se anuncia.
Una primavera llena de dudas.
La duda es miedo.
El miedo es duda.
Es la peor mirada que te pueden propinar.
Y a ti que se te sale el alma por los ojos,
antes que por la boca.
Tu mirada guarda más,
que aire tenemos en el hueco de las costillas.
Basta ya de insectos saltamontes.

Detrás de mi

Me gusta cuando te vuelves caparazón en mi espalda, encaramado a mi.
No cabe más aliento ni besos entre mis escápulas. 
El mejor hueco de jadeos.
Mi cintura, el torno embarrado de tus pensamientos.
Mi nuca, el horizonte que apaga la noche,
El escondite de tus pestañas.
Tus pupilas, el ombligo de mis sueños.